Los 25.000 bénévoles (voluntarios) que participan en las más de 500 organizaciones filantrópicas que existen en Sherbrooke, una ciudad de sólo 150.000 habitantes en el sureste de Québec, son una significativa muestra de ese poder de la solidaridad, incomprensible en otros escenarios y para otras personas regidas por modelos distintos.
Con orgullo, se presentan los interesados en la semana del Voluntariado que se desarrolló en el Québec del 27 de abril al 3 de mayo. Sobre el tema, el Ministro del empleo y de la solidaridad social de la provincia, Sam Hamad señalaba que cada año cerca de 2 millones de quebequenses consagran 300 millones de horas de trabajo voluntario al seno de sus comunidades, con el fin de mejorar la calidad de vida de sus conciudadanos, sin buscar retribución económica alguna.
Una de las heroínas y homenajeadas de la jornada es Julienne Robidoux quien desde hace 25 años se implica como voluntaria en el Partage Saint-Francois. Mi hija Paula la conoció cuando laboraban juntas y dice que Julienne a sus 85 años cumple con sus 35 horas semanales con lujo de competencias. La gente que labora como voluntaria más que trabajar, se implica, que es el verbo que se utiliza.
Este movimiento de organizaciones filantrópicas, sin ánimo de lucro comprende la más variada gama de instituciones. Existen desde los increíbles “narices rojas”, que para la época de navidad y fin de año manejan por ti, si reportas tu incapacidad para conducir luego de haber ingerido licor, hasta diversa gama de auxiliadores en prevención del suicidio o de las más variadas formas de cáncer. Todas privadas, conformadas por personas como su vecino, usted o yo, que se ocupan del asunto si recibir “nada”, para que el cliente no pague el servicio.
Su interlocución con el estado es tan fuerte, que el año anterior, cuando el alcalde presentó ad referéndum el plan de ordenamiento territorial que redefinía el uso el suelo, la Coalición de Sherbrooke de ONG le apostó al NO por considerar que el plan no era sostenible y sustentable en el largo plazo. El Alcalde perdió, el plan fue devuelto al concejo municipal que lo había aprobado.
El espacio de estas formas de capital social es tan amplio que otra coalición -así se organizan cuando el objetivo rebasa las posibilidades de una sola entidad-, por la libertad de educación, convocó para el pasado 3 de mayo una marcha en contra del hecho de que el gobierno, según su visión, imponga un curso que abordará la enseñanza de credos como el cristianismo, judaísmo, islamismo, budismo, hinduismo y otros movimientos, a diferencia del curso de moral y religiosidad que, en sentido general, se dicta hoy: amanecerá y veremos.
Este paradigma de la implicación voluntaria en un proyecto de beneficio social contradice en algo la teoría clásica del “interés individual”, que considera que los agentes económicos desarrollan sus actividades basadas o motivadas por el “egoísmo” que guía la acción humana a obtener “mezquinos” beneficios individuales.
El paradigma del capital social, por el contrario considera que en las decisiones de las personas no sólo opera la mezquindad demoníaca del insaciable interés por bienes y servicios; sino también una angelical búsqueda de otro tipo de bienes, socio-emocionales, que están ahí latentes en todas nuestras decisiones, en la vida: una y una.
Con orgullo, se presentan los interesados en la semana del Voluntariado que se desarrolló en el Québec del 27 de abril al 3 de mayo. Sobre el tema, el Ministro del empleo y de la solidaridad social de la provincia, Sam Hamad señalaba que cada año cerca de 2 millones de quebequenses consagran 300 millones de horas de trabajo voluntario al seno de sus comunidades, con el fin de mejorar la calidad de vida de sus conciudadanos, sin buscar retribución económica alguna.
Una de las heroínas y homenajeadas de la jornada es Julienne Robidoux quien desde hace 25 años se implica como voluntaria en el Partage Saint-Francois. Mi hija Paula la conoció cuando laboraban juntas y dice que Julienne a sus 85 años cumple con sus 35 horas semanales con lujo de competencias. La gente que labora como voluntaria más que trabajar, se implica, que es el verbo que se utiliza.
Este movimiento de organizaciones filantrópicas, sin ánimo de lucro comprende la más variada gama de instituciones. Existen desde los increíbles “narices rojas”, que para la época de navidad y fin de año manejan por ti, si reportas tu incapacidad para conducir luego de haber ingerido licor, hasta diversa gama de auxiliadores en prevención del suicidio o de las más variadas formas de cáncer. Todas privadas, conformadas por personas como su vecino, usted o yo, que se ocupan del asunto si recibir “nada”, para que el cliente no pague el servicio.
Su interlocución con el estado es tan fuerte, que el año anterior, cuando el alcalde presentó ad referéndum el plan de ordenamiento territorial que redefinía el uso el suelo, la Coalición de Sherbrooke de ONG le apostó al NO por considerar que el plan no era sostenible y sustentable en el largo plazo. El Alcalde perdió, el plan fue devuelto al concejo municipal que lo había aprobado.
El espacio de estas formas de capital social es tan amplio que otra coalición -así se organizan cuando el objetivo rebasa las posibilidades de una sola entidad-, por la libertad de educación, convocó para el pasado 3 de mayo una marcha en contra del hecho de que el gobierno, según su visión, imponga un curso que abordará la enseñanza de credos como el cristianismo, judaísmo, islamismo, budismo, hinduismo y otros movimientos, a diferencia del curso de moral y religiosidad que, en sentido general, se dicta hoy: amanecerá y veremos.
Este paradigma de la implicación voluntaria en un proyecto de beneficio social contradice en algo la teoría clásica del “interés individual”, que considera que los agentes económicos desarrollan sus actividades basadas o motivadas por el “egoísmo” que guía la acción humana a obtener “mezquinos” beneficios individuales.
El paradigma del capital social, por el contrario considera que en las decisiones de las personas no sólo opera la mezquindad demoníaca del insaciable interés por bienes y servicios; sino también una angelical búsqueda de otro tipo de bienes, socio-emocionales, que están ahí latentes en todas nuestras decisiones, en la vida: una y una.

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