vendredi 3 juillet 2009

Y LA POLÍTICA… SIEMPRE AHÍ.

Hacia finales de los ochenta el departamento del Atlántico y la ciudad de Barranquilla, estaban a punto de colapsar. La sociedad paralizada observaba una élite política del oficialismo liberal-conservador en el poder, que no se detenía ante nada. No se desgastaba y tampoco parecía poder ser derrotada electoralmente en el corto plazo, a pesar de no haber dejado instancia pública que no hubieran esquilmado.

Esos políticos –muchos de los cuales aun ejercen-, habían capturado las administraciones local y departamental de tal forma que a la sociedad, estupefacta, sin rumbo y sin una oposición política fuerte, parecía sólo quedarle la espera de un mesías, que la sacara de la postración en la que estaba a causa de la politiquería.

La manifestación mas clara del asunto era la quiebra de las Empresas Públicas Municipales, otrora ejemplo de eficiencia nacional. En resumen, lo público se privatizó a favor del clientelismo. La corrupción parecía que había llegado a su límite… pero el futuro nos depararía sorpresas.

En este contexto una alianza de los excluidos: ciudadanía, opinión pública, gremios, organizaciones sociales y una minoría de políticos opositores, tenía todo el sentido del mundo.

El Frente Común por Barranquilla, un proyecto gestado desde diversos espacios de la sociedad civil, fue por aquellos días la respuesta inicial y espontánea a la crisis. Este grupo de presión de “no-políticos”, excluidos de la vida publica de la ciudad, iniciaron entonces una cruzada contra la élite política tradicional que se había apoderado y usufructuaba para sí, la administración publica.

El Frente era una amplia alianza de intereses diversos: gremios, JAC, centrales obreras, ONG, voluntariados y hasta organizaciones religiosas. Los gremios terminaron llevando la iniciativa y asumiendo la vocería, aunque las organizaciones sociales, no se quedaron atrás. A nombre de FORO participe en esa unidad de acción, donde se posicionarían nuevos liderazgos, cooptados posteriormente por partidos o movimientos excluidos del poder.

A la postre este Frente, contribuiría a la insurrección electoral que derrotó al clientelismo en 1990 y 91 .Pero el gran protagonismo se le anota a la sindéresis, la sensatez y el arrojo de un pequeño grupo de políticos opositores, visionarios, que lograron forjar una alianza de disidentes liberales, conservadores y la recién creada ADM19. De cara al pueblo, tuvieron la sabiduría de formular buenas propuestas y presentar excelentes candidatos. Y ganaron. Primero, con Gustavo Bell en la gobernación y luego, con Bernardo Hoyos, en la alcaldía.

Hoy, uno se pregunta si en el fondo esa rebelión “civil” contra la politiquería, -que comenzó como acción de “Catones” (como decían los portavoces de la corrupción), aparentemente sin mayores intereses-, no sería sino una estrategia para derrotar “los malos”, cuando la estructura de la sociedad no brindaba garantías para hacerlo desde el espacio político, que es sin duda, su espacio natural.

No digo que actuar de esta forma, sea malo o bueno, simplemente sucedió así. En aquella época la sociedad era más cerrada que ahora. Estaba vigente la vieja Constitución.

Si mal no recuerdo, terminaron cooptados de la sociedad civil, para la política: un senador de una disidencia conservadora, tres secretarios de despacho de la administración Bell, igual número de Bernardo I. Todo un grupo de cuadros políticos, que seguramente desde siempre, representaron intereses diferentes a los de la élite política desbancada.

Así que esa dicotomía de élites en Barranquilla (Políticos vs. Gremios), que continuó y parece reavivarse a partir de “las chuzadas”, tiene mas de cinco lustros y es hora que se resuelva, por el bien de todos.

¿No será mejor, para el futuro de la ciudad, que su gobernabilidad, que es un problema político, se debata y resuelva con políticos? Que ganen quiénes presenten las mejores propuestas y candidatos.

A mis amigos del ámbito académico, les recomendaría el papel que considero debe ser el de los intelectuales en una sociedad moderna: opinar independientemente y seguir condenados a detestar el poder, a ser impenitentes contestatarios, también de frente. Cada cual en lo suyo.

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