mardi 1 septembre 2009

ÉTICA Y POBREZA EN COLOMBIA

Finalmente se conoció el dato de la pobreza colombiana. Las cifras oficiales, precedidas de todo un debate técnico sobre como obtenerlas, fueron la noticia la semana anterior y por ello el presidente Uribe cree sacar pecho, ya que con el nuevo cotejo, el Gobierno “estimó que la pobreza en el país llega al 46% de la población. Según la última medición, entre 2002, que era de 53.7%, y el año pasado, bajó alrededor de ocho puntos” (El Tiempo agosto 24 de 2009).

Igualmente, la comisión de expertos del DNP que rindió el informe señaló que la indigencia pasó de 19.7% en 2002 a 17.8% en 2008.

Esta leve disminución de la pobreza y la miseria de todas formas es buena y hay que alegrarse por ello, pero las cifras corresponden a periodos de “vacas gordas” de la economía.

Igualmente en otros periodos también, en su momento, se mostraron bajones significativos de la pobreza, pero eso no sólo no nos parece suficiente, sino, que no toca el problema ético de fondo, ante una desgracia tan contundente.

Juan Carlos Echeverri señala, por ejemplo, que “Entre 1978 y 1995, la tasa de crecimiento promedio estuvo por encima de 4%, el ingreso medio per cápita casi se dobló, y la tasa de desempleo fue menor al 10%. El número de colombianos viviendo bajo la línea de pobreza cayó de 80% a 60% y La tasa extrema de pobreza cayó rápidamente, de 45% a 21%” (Pobreza y Riqueza: Pobreza en Colombia y el mundo. Universidad de los Andes. Bogotá. 2009).

Una familia se encuentra en condición de pobreza extrema cuando sus ingresos no le permiten adquirir la canasta básica de alimentos. Obviamente esta medición es tan arbitraria que la situación varía según el país. Para universalizar la medición, se acordó dolarizar la moneda que la mide y definir una cifra. Según este enfoque, se considera que los pobres sobreviven con menos de 2$ dólares diarios y los indigentes con menos de 1$ dólar/día.

Me imagino que para el hombre de la calle, la verdad es que según cualquiera de las mediciones, los primeros estarían jodidos y los segundos doblemente jodidos. Así de sencillo.

Pero regresemos al problema que no se considera problema: ¿Hasta cuando habrá pobres en Colombia? ¿Se ha venido haciendo bien la tarea? ¿Quién habla de reducir la pobreza siquiera en un 40-50% durante los próximos dos, tres, cuatro años? ¿Por qué la sociedad no examina la justificación de nuestros hombres públicos y castiga sus resultados? Nadie aventura una fecha. Nadie habla del modelo. Las cifras así planteadas producen pánico en los que no son estadistas. La ética es un anacronismo.

Las igualmente vergonzosas (nuevas) cifras de pobreza que resultaron del afinamiento de la técnica de medición debería ser el verdadero centro de la discusión en el país. Pero no. Para la política colombiana, donde este noble arte no debate lo que es de todos, sino innobles intereses personales, éste problema no es prioritario o peor, no existe.

El debate central en el Congreso y los medios, esta misma semana de la noticia, giró en torno a los procedimientos y triquiñuelas sobre como torcerle el pescuezo a la Carta del 71, para eternizar un gobierno cuyo autoritarismo embruja de tal forma el auditorio que no hay espacio sino para la vanidad de reeditar indefinidamente el Soberano.

En una democracia de verdad, con tan aterradores datos de pobreza y de miseria, el actual equipo de gobierno tendría que reconocer su incapacidad para gobernar (los gobiernos anteriores igual) y seguramente tuviera que dar paso a otro.

Pero no, en esa Colombia lejana, hastiada de guerrilla y con cada vez menos instituciones, el hechizo de culebrero continúa vendiendo la idea que éste es lo último de la Caja de Pandora de nuestras desgracias.

Mucho me temo que no sólo el Príncipe será perdonado, sino que este menudo triunfo terminará siendo modelo de eficacia y el tema de la pobreza seguirá por fuera de la agenda oficial, mientras el patrón ahí está y ahí se quedara, por cuatro años más.

dimanche 30 août 2009

POBREZA EN BARRANQUILLA

“Si usted cree que es capaz de vivir sin escribirlo, no lo haga”. Este es el consejo de nuestro Nobel Gabo, citando a Rilke en Vivir para Contarla, al referirse al dilema ético de decir o no, esas cosas que uno pensaría, debe contar.

Se podría decir que si uno puede vivir sin cuestionarse el porqué de la pobreza en un país tan rico como Colombia es porque detenta el poder, es un nuevo rico, político oportunista o pertenece a esa especie de embrujados por el autoritarismo que se consideran en el mejor de los mundos posibles. Si no, entonces deberá opinar sobre el problema y si le va bien, escribir y, mejor aun, actuar para contribuir en su solución.

El Heraldo de Barranquilla, en su editorial del viernes 7 de agosto de 2009 “Un ‘récord’ preocupante”, refiriéndose al programa Familias en Acción, señalaba como exitosa la jornada masiva de inscripción de familias a dicho programa. Según los organizadores del evento, la meta era inscribir unas 45.000 familias y lo hicieron 57.000, un verdadero récord nacional de afiliados.

El programa que busca aliviar la penuria de los focalizados en el estrato 1, de seguro servirá, -si finalmente esos recursos llegan a los más pobres-, para tomar foto y promover la bondad y la reelección del prócer de turno. Pero no voy a entrar en detalles con algo que igualmente haría otro preclaro barón del bando contrario.

Me llama la atención la cifra oficial de pobres de estrato 1 en Barranquilla ¿Es la población en condición de miseria? Medidos según el estándar de individuos con ingresos de 1 dólar/día, serian, entre 200 y 250 mil personas en miseria. Si Barranquilla tiene entre el 20 y 25% de su población en pobreza extrema, entonces ¿Cuántos pobres hay en total? ¿Cuatrocientos mil? ¿Medio millón? Cualquiera que sea el resultado, la cifra es patética.

Esos pobres equivalen a casi tres veces la totalidad de la población de Sherbrooke (150 mil habitantes), esta pequeña ciudad Canadiense donde resido y lugar en el que no hay personas con ingresos por debajo de 15 dólares/día.

La Constitución facilitó, prácticamente desde 1992, el acceso de diversas variantes de la izquierda al primer cargo de Barranquilla. Al principio el dilema ético de la pobreza preocupó a algunos, pero rápidamente otras prioridades ganaron la partida.

A comienzo de los 90’s más de la mitad de la ciudad física era informal. Cinco lustros después casi la mitad de sus pobladores continúa en la pobreza. ¿Termina la gran oscuridad con la llegada del pragmático Alex Char?

Si bien la lucha contra la pobreza presupone un apoyo nacional, la noticia es positiva para algunos barranquilleros que recibirán alivio a su situación y además el ejercicio brinda la posibilidad de reconstruir una base de datos real que le permitiría a la ciudad liderar políticas públicas locales para afrontar la pobreza, en un gobierno que se dice de oportunidades.

Pero para que estas políticas vía ingreso no goteen hacia otro lado, es necesario que la agencia encargada sepa que hace cada persona: si es empleado, desempleado, retirado, estudia, recibe un subsidio, si está en el régimen contributivo o subsidiado en salud, etc.

El mes pasado el CLE, la oficina del Québec especializada en empleo, subsidios y bolsas contra la pobreza, llamó a un amigo inmigrante colombiano que vive en Montreal que había dejado de trabajar el último año. Querían saber de que estaba viviendo, ya que en los últimos tres meses él había agotado su subsidio, en la actualidad no estaba empleado y no había solicitado la Ayuda Social.

¿Qué tal? El Estado preocupado por su seguridad y la de él, lo buscaba para resolver su problema. Agencias como éstas que contribuyen a una verdadera seguridad, son cosas buenas debemos aprender y copiar del Norte.

vendredi 3 juillet 2009

Y LA POLÍTICA… SIEMPRE AHÍ.

Hacia finales de los ochenta el departamento del Atlántico y la ciudad de Barranquilla, estaban a punto de colapsar. La sociedad paralizada observaba una élite política del oficialismo liberal-conservador en el poder, que no se detenía ante nada. No se desgastaba y tampoco parecía poder ser derrotada electoralmente en el corto plazo, a pesar de no haber dejado instancia pública que no hubieran esquilmado.

Esos políticos –muchos de los cuales aun ejercen-, habían capturado las administraciones local y departamental de tal forma que a la sociedad, estupefacta, sin rumbo y sin una oposición política fuerte, parecía sólo quedarle la espera de un mesías, que la sacara de la postración en la que estaba a causa de la politiquería.

La manifestación mas clara del asunto era la quiebra de las Empresas Públicas Municipales, otrora ejemplo de eficiencia nacional. En resumen, lo público se privatizó a favor del clientelismo. La corrupción parecía que había llegado a su límite… pero el futuro nos depararía sorpresas.

En este contexto una alianza de los excluidos: ciudadanía, opinión pública, gremios, organizaciones sociales y una minoría de políticos opositores, tenía todo el sentido del mundo.

El Frente Común por Barranquilla, un proyecto gestado desde diversos espacios de la sociedad civil, fue por aquellos días la respuesta inicial y espontánea a la crisis. Este grupo de presión de “no-políticos”, excluidos de la vida publica de la ciudad, iniciaron entonces una cruzada contra la élite política tradicional que se había apoderado y usufructuaba para sí, la administración publica.

El Frente era una amplia alianza de intereses diversos: gremios, JAC, centrales obreras, ONG, voluntariados y hasta organizaciones religiosas. Los gremios terminaron llevando la iniciativa y asumiendo la vocería, aunque las organizaciones sociales, no se quedaron atrás. A nombre de FORO participe en esa unidad de acción, donde se posicionarían nuevos liderazgos, cooptados posteriormente por partidos o movimientos excluidos del poder.

A la postre este Frente, contribuiría a la insurrección electoral que derrotó al clientelismo en 1990 y 91 .Pero el gran protagonismo se le anota a la sindéresis, la sensatez y el arrojo de un pequeño grupo de políticos opositores, visionarios, que lograron forjar una alianza de disidentes liberales, conservadores y la recién creada ADM19. De cara al pueblo, tuvieron la sabiduría de formular buenas propuestas y presentar excelentes candidatos. Y ganaron. Primero, con Gustavo Bell en la gobernación y luego, con Bernardo Hoyos, en la alcaldía.

Hoy, uno se pregunta si en el fondo esa rebelión “civil” contra la politiquería, -que comenzó como acción de “Catones” (como decían los portavoces de la corrupción), aparentemente sin mayores intereses-, no sería sino una estrategia para derrotar “los malos”, cuando la estructura de la sociedad no brindaba garantías para hacerlo desde el espacio político, que es sin duda, su espacio natural.

No digo que actuar de esta forma, sea malo o bueno, simplemente sucedió así. En aquella época la sociedad era más cerrada que ahora. Estaba vigente la vieja Constitución.

Si mal no recuerdo, terminaron cooptados de la sociedad civil, para la política: un senador de una disidencia conservadora, tres secretarios de despacho de la administración Bell, igual número de Bernardo I. Todo un grupo de cuadros políticos, que seguramente desde siempre, representaron intereses diferentes a los de la élite política desbancada.

Así que esa dicotomía de élites en Barranquilla (Políticos vs. Gremios), que continuó y parece reavivarse a partir de “las chuzadas”, tiene mas de cinco lustros y es hora que se resuelva, por el bien de todos.

¿No será mejor, para el futuro de la ciudad, que su gobernabilidad, que es un problema político, se debata y resuelva con políticos? Que ganen quiénes presenten las mejores propuestas y candidatos.

A mis amigos del ámbito académico, les recomendaría el papel que considero debe ser el de los intelectuales en una sociedad moderna: opinar independientemente y seguir condenados a detestar el poder, a ser impenitentes contestatarios, también de frente. Cada cual en lo suyo.

lundi 9 février 2009

JE ME SOUVIENS

“Je me souviens” es la divisa de una nación de la que el mundo hoy no tiene suficiente conocimiento.

Pero en América del Norte, en plena “entrañas del monstruo” o más exactamente en su frontera noreste, hay una sociedad organizada en torno a valores, principios y métodos totalmente diferentes al individualismo cerril de la sociedad imperial.

Québec es esa provincia francófona y separatista, que estuvo a sólo un 1% de alcanzar la votación suficiente para su secesión de la federación canadiense en el referendo de 1995.

Desde la firma del Acta de la Constitución de Canadá en 1791 estableciendo las dos provincias iniciales de la federación: el Alto Canadá (Ontario) de mayoría anglófona y el Bajo Canadá (Québec) de mayoría francófona, era predecible que la evolución futura de los dos territorios transitaría caminos diferentes.
Si bien, desde la llegada de Jacques Cartier en 1534 y la fundación de la Villa de Québec en 1608 por -el también francés- Samuel de Champlain, toda la historia inicial de Canadá, parecería estar ligada a Francia y a su lengua, pero no fue así. Con la derrota de las fuerzas locales a manos de los británicos en 1759, se obliga a una negociación y a la entrega de todo el territorio a Inglaterra.
Durante el siglo XIX se producen, dos revueltas significativas. La primera en 1837 en el bajo Canadá, liderada por nacionalistas franco-canadienses y al año siguiente, en Ontario, el problema se plantea en términos de reforma democrática y republicana. Los historiadores difieren en su análisis, pero los hechos expresan un descontento, que el Reino Unido logró sortear con éxito.
Durante todo ese periodo y la primera parte del siglo XX, la minoría francesa soportó no sólo la tiranía británica, sino la dominación, en su proyecto de nación (que alguna vez fue francófona) de los angloparlantes. El desquite llegó en 1960 con el triunfo electoral del liberal Jean Lasage.
La “Revolución Tranquila” de los sesenta en Québec, marcaría el tránsito de una sociedad pastoril hacia una sociedad moderna, dirigida por una élite mayoritariamente francófonos y separatista que apostó a un particular modelo político a medio camino entre un liberalismo humanista y una sociedad cosmopolita, solidaria y de derechos.
El primer ministro canadiense Stephen Harper recientemente reconoció que, efectivamente, el Québec es una nación dentro de la federación Canadiense. Esta provincia de Québec brinda un ingreso mínimo a la totalidad de su población. Oportunidades. Salud y educación primaria para todos. Es un exitoso modelo de Estado de Bienestar.
En el imaginario colectivo de la mayoría de los quebequenses persiste la idea que un nuevo país francófono, diferente del Canadá anglo, seria la única garantía de persistencia, como nación, en el largo plazo. Por eso en su divisa invitan a no olvidar el pasado.
*Tomado de Mundo Latino Magazine Multiculturel Region de l’Estrie. Février 2009 No. 4